16.3.06

Keeps on raining (Billie Holliday)

Llueve desde ayer. llueve como un verano en la Ciudad de México. Como una noche en el París de Rayuela. Como cien y un días con sus noches en Macondo. Como un largo día en Santiago de Compostela.

Para los adictos a Rayuela, la lluvia siempre nos trae recuerdos de algo que no hemos vivido, pero que hemos recreado una y otra vez. Nos transporta, por ejemplo, a una noche de cualquier año en los cincuenta. Estamos en París y el Club de la Serpiente se reúne en la casa de Babs y Ronald, una buhardilla que huele a vodka arato y a blues, tenuemente iluminada por la luz de las velas. La lluvia, desde que leí Rayuela, siempre parece ir acompañada por el ritmo del jazz, el decadente escenario para las transformaciones mágicas de las notas de una guitarra, de una trompeta, de un saxofón.

La lluvia también me recuerda aquella primera vez en que, por no tener nada más que hace ("con esta lluvia", Horacio y la Maga fueron por a un hotel, un triste hotel de colchas amarillas, paredes con tapiz viejo, cortinas desteñidas, gestos teatrales y temerosos. Y cómo olvidar el paraguas de la Maga, aquel que encontró ya viejo y roto y que usaba más para hundir en las costillas de la gente en el metro y el autobus que para guarecerse, cosa que intentó hacer una tarde lluviosa y "en su mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas..."; ese paraguas que terminó en un barranco del parque, y que se reencarna de vez en cuando, en otras manos, en otros parques, y también se deshoja con el viento.

También recuerdo aquella tarde cuando, por no tener otra cosa que hacer, tarde en que la lluvia iba y venía indecisa, Oliveira entra al concierto de piano de Berthe Trepat. Me gusta releer constanteme Rayuela, saltando casillas hasta llegar al cielo, trastocando caminos, inventando nuevos, siguiendo a veces las instrucciones y otras ignorandolas por completo. Pero sobre todo me gusta releerla cuando llueve, cuando el jazz duele más y el vodka recuerda con más nostalgia (aunque nunca tomo vodka), cuando la tarde se parece más a una tarde parisina en una buhardilla escuchando discos viejos. (y más dolor y más nostalgia por ser hoy el 11-M, recordar Atocha será uno de esos días que no se podrán evitar, que el dolor no se puede olvidar, como el 19-S del 85, como el 11 S del 2001, como hoy).

Mexico es una ciudad que provoca mucho leer Rayuela. Como dice Carlos Fuentes en Los años con Laura Díaz, en México no hay estaciones, sino que hay dos temporadas: temporada de lluvia, temporada sin lluvia. Así que tenemos seis meses para ir saltando de casilla en casilla. Aquí, el año pasado hubo poca lluvia, pero parece que se quiere recuperar en estos días, desbordando el río Arga, el Bidasoa y el Ebro, y poniendo el ambiente propicio para sentarme y tener, una vez más un encuentro con Julio en el tablero de direcciones, a ver si nos ponemos de acuerdo por donde ir esta vez.