19.7.06

Calor

Cuando hace el calor que hizo ayer por estas tierras, no comparable con el de Juárez, pero tampoco despreciable, me da por recordar mi infancia.

Es curioso como a través de los años cambia la percepción de todo. Cuando era niña, el verano era el paraiso, ahora sólo pensar un verano en Juárez me parece el infierno. Cuando era niña, los veranos eran largos, muy largos, y estaban llenos de cosas divertidas. Ahora los veranos son más cortos de lo que quisiera, porque aunque hace muchísimo calor, lo cierto es que espero la llegada del estío durante casi demasiado tiempo.

El mes de junio lo recuerdo como un mes en que al ir al colegio, el sol ya entraba de lleno por la ventana de la sala de mi casa. Por las tardes, me salía al jardín a hacer la tarea, e iba viendo como la sombra se alargaba conforme pasaba el tiempo. Los árboles frutales de mi mamá maduraban, y nuestras cosechas eran divertidas y abundantes, con excepción del manzano, que daba poco. Poco antes de las vacaciones, en plenos exámenes finales, era el día de San Juan. Aquí encienden fogatas, allá hacíamos guerras de globos de agua.
Durante el verano, mis primas Verónica y Cristina me visitaban, a veces se quedaban parte del verano en casa. Salíamos a patinar, hacíamos karaoke antes de que existiera, grabando nuestras canciones en un casette y bailabamos las canciones de Parchís o de Timbiriche, o de Juguemos a Cantar.
Luego estaba el Martlub, el club. Ahí había karts y patinaje, y una gran alberca donde me gustaba estar sobre todo sola, por las mañanas, antes de que llegaran todos los demás niños. Uno de mis maestros de natación, Marcos, años después protagonizaría, con su familia, una de las tragedias más tristes (que no esté incluido el narco) que conozco. Nunca aprendí a nadar bien, o por lo menos nunca se me quitó del todo el miedo, aunque en esa época llegué a tirarme del trampolín más alto más de una vez. Además, hacía unos largos cuando la alberca (piscina, pa los de acá) estaba vacía. Tenía un traje de baño rojo, de coca- cola. Pero lo mejor era cuando mi primo Rodrigo venía a pasar el verano conmigo. Podíamos estar jugando en el agua hasta que cerraban, cuando ya las luces de la alberca estaban encendidas. Aunque tampoco estaba mal cuando era yo la que iba a ver a mi primo, Disneylandia es siempre una gran tentación. Recuerdo que la primera media hora nos medíamos con la mirada, cohibidos, como si no nos conocieramos, a partir de la siguiente media hora, ya estábamos riendo y jugando como siempre, como si no hubiera pasado un año, dos, o a veces hasta tres sin vernos. Mi primo Rodrigo. Algún día hablaré más de él.
Luego estaban las macrofiestas de cumpleaños de mi hermano, que cumple el 14 de julio. Ibamos a Border Tobacco, una tiendo donde vendían todo tipo de cosas para fiestas, gorros, serpentinas, servilletas, adornos, platos, vasos y barriles de dulces, para comprar por kilo. Pasabamos tardes enteras haciendo las bolsitas de dulces. Las fiestas eran en el jardín y eran temáticas, según los intereses del momento de Juan Omar: A-Team, Dukes of Hazard, Las tortugas ninja o He-Man.
Agosto también era divertido, era el mes de las compras. Cuadernos nuevos, ropa nueva, uniforme nuevo, zapatos y calcetas nuevas, todo para volver a clase. Todavía sigo comprando en agosto los cuadernos Composition, de pasta dura, blanco y negro. Todavía sigo comprando cuadernos, en general, tengo colección de cuadernos, los más bonitos no los uso, los guardo tal cual. Mis primos, los hijos de mi tía Estela, me daban un poco de envidia porque les compraban ropa para ir a la escuela, yo tenía que ir de uniforme, y la ropa que me compraban era para usar cuando salía del colegio, y siempre me parecía mucho menos cantidad que la que les compraban a ellos.
Pero tengo también recuerdos de otros veranos, más atrás, de cuando vivíamos en la Saltillo y salía con bicicleta a jugar con Mario, mi vecino, y mi mamá me daba por las tardes helados y frutas frescas, melón, sandía, no sé porque razón me acuerdo mucho de esa fruta y de los helados. Y las paletas Kiki, que vendían los papás de mi amiga Marcela, o los helados Trevi.
Ahora apenas empezamos a planear qué haremos en el verano, cuando nos damos cuenta de que ya se ha acabado.