De santos
Suelo ser muy crítica con la Iglesia Católica, lo cual no es una novedad, como tampoco es novedad que malinterpreten mis críticas. No estoy en contra de la Iglesia, solamente difiero de algunas de las acciones en la cúpula del poder; otra de mis diferencias se dirigen hacia el origen, causas y nacimiento de esta institución; pero mi principal crítica va dirigida hacia los supuestos católicos que se jactan de pertenecer a una iglesia en la que no siguen los preceptos, o los siguen solo en apariencia (pero mi crítica es igual a la que podría tener hacia los musulmanes que malinterpretan al Corán y se convierten en terroristas, ejemplo mucho más extremo, claro está. A estos no sólo los crítico, también los condeno).
Ahora no entraré en el debate sobre si esto sucede debido a la intransigencia y poco sentido de la realidad de la Iglesia, o se debe a lo poco constantes y congruentes somos los seres humanos. “De todo hay en la viña del Señor”y hoy quería hablar precisamente de lo contrario, esto es, de aquellos que por su fe viven una vida apegada a las líneas institucionales de la Iglesia a la que decidieron pertenecer (sí, nos la imponen con el bautismo, pero luego nos dan una serie de oportunidades para confirmarnos o no en ella), o que dentro de la misma encontraron el cauce y las herramientas necesarias para luchar contra la pobreza, el hambre, la marginación y otros demonios.
Una de mis críticas a la Iglesia Católica se refiere, precisamente, al sistema de canonización, el camino a la “santidad” de una manera oficial. Personas que han cumplido, a veces hasta el extremo (de estos hay dentro y fuera de la Iglesia Católica, por ahora sólo me interesa nombrar a los que están dentro de ella) con una vida “ejemplar” no sólo a un nivel espiritual sino a uno más cercano y humano, hacia los demás hombres, deben cumplir un requisito absurdo y yo llamaría surrealista: realizar tres milagros después de muerto. A mi me parece que ya es milagro que personas como el papa Juan Pablo II se mantengan al pie del cañón, pendiente de todo lo que pasa en el mundo, que aún sin voz mantengan el grito de paz, de igualdad, de compasión hacia los más necesitados de todo eso. Bastante milagro es, para el Papa, despertar cada día y salir a su balcón. Y más milagro es imponer su voluntad dentro de una Iglesia que, todos sabemos, la manejan y manipulan cardenales, arzobispos y un montón de gente que revolotea a su alrededor (siempre ha sido así, no tiene por qué no pasar ahora) politizando la Iglesia (otra de mis críticas). Bastante milagro es, creo yo, creer firmemente en las palabras de Jesús, y llevar a la acción el amor que es fácil decirlo, pero difícil demostrarlo. Ese hombre, Juan Pablo II, es un hombre que ha sufrido en propia carne el dolor, el hambre, el frío, y que, creo yo, lo sigue sufriendo al verlo en todos y cada uno de los países a los que ha pisado. Es un hombre que se ha mantenido firme en muchas cosas ante los más reaccionarios súbditos: quizá no ha logrado, o no le ha interesado “modernizar” a la Iglesia en algunos temas (aborto, preservativos), pero quizá no lo ha hecho porque está ocupado en otras cosas, que tal vez para él sean más importantes, como por ejemplo, recordar a los dirigentes del mundo, a los poderosos, que lo importante de su poder es utilizarlo a favor de los más desprotegidos, no en contra. Quizá no ha sido escuchado, pero él ha seguido hablando. Además, lo de los preservativos y el aborto son asuntos, que en principio, ni siquiera debían ser discutidos por las autoridades de la Iglesia, porque cuando pertenecemos a una, deberíamos seguir sus reglas, y si no nos parecen sus reglas, no pertenecer. Me consta que Dios no desaparece porque tengamos desavenencias con una u otra Iglesia, que tengamos el carnet o no de una o de otra. Pero ese es asunto nuestro, no del Papa. Bastantes problemas tiene él ya con mantenerse vivo. Y todavía le van a pedir milagros después de muerto. ¿Así como quieren que no critique a la Iglesia Católica? Pero claro, si quiero ser coherente.....volvemos a “si perteneces a una Iglesia debes cumplir sus leyes, por lo cual el Papa tendrá que realizar sus tres milagros más cuando muera. Eso no quita que yo, que dejé esa Iglesia, le de el pase automático a la santidad.
Ahora no entraré en el debate sobre si esto sucede debido a la intransigencia y poco sentido de la realidad de la Iglesia, o se debe a lo poco constantes y congruentes somos los seres humanos. “De todo hay en la viña del Señor”y hoy quería hablar precisamente de lo contrario, esto es, de aquellos que por su fe viven una vida apegada a las líneas institucionales de la Iglesia a la que decidieron pertenecer (sí, nos la imponen con el bautismo, pero luego nos dan una serie de oportunidades para confirmarnos o no en ella), o que dentro de la misma encontraron el cauce y las herramientas necesarias para luchar contra la pobreza, el hambre, la marginación y otros demonios.
Una de mis críticas a la Iglesia Católica se refiere, precisamente, al sistema de canonización, el camino a la “santidad” de una manera oficial. Personas que han cumplido, a veces hasta el extremo (de estos hay dentro y fuera de la Iglesia Católica, por ahora sólo me interesa nombrar a los que están dentro de ella) con una vida “ejemplar” no sólo a un nivel espiritual sino a uno más cercano y humano, hacia los demás hombres, deben cumplir un requisito absurdo y yo llamaría surrealista: realizar tres milagros después de muerto. A mi me parece que ya es milagro que personas como el papa Juan Pablo II se mantengan al pie del cañón, pendiente de todo lo que pasa en el mundo, que aún sin voz mantengan el grito de paz, de igualdad, de compasión hacia los más necesitados de todo eso. Bastante milagro es, para el Papa, despertar cada día y salir a su balcón. Y más milagro es imponer su voluntad dentro de una Iglesia que, todos sabemos, la manejan y manipulan cardenales, arzobispos y un montón de gente que revolotea a su alrededor (siempre ha sido así, no tiene por qué no pasar ahora) politizando la Iglesia (otra de mis críticas). Bastante milagro es, creo yo, creer firmemente en las palabras de Jesús, y llevar a la acción el amor que es fácil decirlo, pero difícil demostrarlo. Ese hombre, Juan Pablo II, es un hombre que ha sufrido en propia carne el dolor, el hambre, el frío, y que, creo yo, lo sigue sufriendo al verlo en todos y cada uno de los países a los que ha pisado. Es un hombre que se ha mantenido firme en muchas cosas ante los más reaccionarios súbditos: quizá no ha logrado, o no le ha interesado “modernizar” a la Iglesia en algunos temas (aborto, preservativos), pero quizá no lo ha hecho porque está ocupado en otras cosas, que tal vez para él sean más importantes, como por ejemplo, recordar a los dirigentes del mundo, a los poderosos, que lo importante de su poder es utilizarlo a favor de los más desprotegidos, no en contra. Quizá no ha sido escuchado, pero él ha seguido hablando. Además, lo de los preservativos y el aborto son asuntos, que en principio, ni siquiera debían ser discutidos por las autoridades de la Iglesia, porque cuando pertenecemos a una, deberíamos seguir sus reglas, y si no nos parecen sus reglas, no pertenecer. Me consta que Dios no desaparece porque tengamos desavenencias con una u otra Iglesia, que tengamos el carnet o no de una o de otra. Pero ese es asunto nuestro, no del Papa. Bastantes problemas tiene él ya con mantenerse vivo. Y todavía le van a pedir milagros después de muerto. ¿Así como quieren que no critique a la Iglesia Católica? Pero claro, si quiero ser coherente.....volvemos a “si perteneces a una Iglesia debes cumplir sus leyes, por lo cual el Papa tendrá que realizar sus tres milagros más cuando muera. Eso no quita que yo, que dejé esa Iglesia, le de el pase automático a la santidad.
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