No se olvida
Quise usar esta frase que a los mexicanos nos recuerda una fecha específica, a pesar de que algunos no habíamos nacido cuando sucedió este hecho vergonzoso en la historia de nuestro país. Stefan Zweig habla en uno de sus libros sobre los "momentos estelares de la humanidad", aquel minuto que cambió la historia por completo, que fue crucial, esencial para cambiar el rumbo y la evolución. Muchas de estas fechas están escritas con sangre, con dolor y lágrimas.
Muchos de nosotros, sobre todo los chilangos, recordaremos que hacíamos o donde estábamos exactamente el 19 de septiembre de 1985 (yo todavía no vivía en México City, pero lo recuerdo muy bien). Yo creo que casi todo el mundo recuerda que hacía y donde estaba el 11 de septiembre del 2001. Hoy, todos los rincones de España, desde Asturias hasta Andalucía, de Extremadura a Cataluña, pero sobre todo los madrileños, tienen que ahondar una herida que en 365 días es imposible cerrar. 11 de marzo del 2004 es una fecha que no se puede, que no se debe olvidar. Pero al escuchar las voces quebradas de todos los que iban en ese tren o en el siguiente, que todas las mañanas tienen que luchar contra el fantasma del miedo, que todavía no se atreven a guardar las cosas de su hija o hijo que salió a la Universidad y no ha vuelto (que no volverá, pero no quieren recordarlo, no quieren aceptarlo) resulta tan inútil y superficial la pugna entre políticos, la culpabilización a los medios, el consenso no alcanzado de la comisión de investigación... resulta necesario, pero se ve tan pequeño y tan insignificante toda la reflexión, todo el análisis, junto a cada una de las historias de cada una de las personas que viajaba en ese tren, de las que tienen que seguir viajando día tras día en él, que lo único que me parece válido hoy es el silencio. Es una opinión personal, no quiero decir que no valga la pena hablar, homenajear, conmemorar (todo esto sirve de ejercicio de la memoria, para que no se olvide) pero entonces viene a la mente la desgarradora voz de Pilar Manjón diciendo "de que se reían, sus señorías" y de verdad que las lágrimas y el silencio parecen ser las únicas salidas a un dolor que no solo es de 192 familias de los que ya no volvieron, ni de los dos mil y tantos que luchan cada día por volver a vivir, ni de los tres mil y pico que siguen necesitando la ayuda siquiátrica para volver a conciliar el sueño o para volver a subirse a un tren; es un dolor que se contagia, que se transmite, que se siente aunque cada uno sepa donde estuvo y que hacía el 11 de marzo del 2004, y no haya estado ni remotamente cerca de la estación de Atocha.
El 12 de marzo fue un día de comunicación: lágrimas y gritos mezclados con protestas, con gente en la calle exigiendo la verdad, de mensajes de móviles que se reproducían como celulas cancerígenas que mataban con una velocidad sorprendente las aspiraciones políticas de un partido, pero que también demostraban que este tipo de tragedias, naturales o provocadas, sirven (sí, desgraciadamente sirven) para que la gente se de cuenta de su propio poder: el poder de la ayuda, de la solidaridad, pero también, por qué no, el poder de la democracia, de la exigencia de los derechos políticos de los ciudadanos. Sirve para recalcar la incompetencia de ciertos políticos contra la organización y el poder de convocatoria de las personas comunes y corrientes. 364 días después, el silencio reina en las calles, el silencio como manifestación del dolor, como contraposición de la voz alzada del 12 de marzo.
Igualmente inútil me parece escribir esto, pero quiero recordar algo que no se olvida y que seguramente, no se olvidará: el 11 de marzo del 2004, a las 7:37 de la mañana.
2 Comments:
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Escribir tal y como tu lo haces no es un ejercicio inútil, al contrario, porque ejerces no sólo el derecho que tienes de manifestarte sino tambien el que nosotros podamos leerte. Sigue asi por favor, porque nos encanta leer lo que escribes.
A lo largo de estas semanas que te he ido leyendo me he dado cuenta de la profundidad y la claridad con la que expones tus temas, asi como también la coincidencia con muchos de ellos.
El 19 de septiembre de 1985 no se me olvidará a mi de la memoria nunca porque tengo un arsenal de historias al respecto, muchas de ellas macabras, la mayoría tristes, pero todas verídicas e impactantes. No sé si algún día las llegue a escribir... no sé si aún ha llegado el tiempo de exorcisar mis recuerdos...no lo sé.
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