Privado
La segunda película que vi es mucho más cercana en el tiempo, tanto que los personajes existen y siguen viviendo ahí en tierra de nadie; Domicilio Privado, de la que creo ya había comentado algo por aquí. Un joven italiano hace una propuesta contra la intolerancia, un ejemplo de resistencia pacífica en contraposición al terrorismo y la violencia que acompañan la vida cotidiana de palestinos y judíos. Pero tampoco se trata de una solución, la película ni siquiera tiene una visión optimista, sino que ofrece las luces y las sombras de un conflicto que se mantiene.
Una casa en medio de la nada, en la zona fronteriza. Una familia. Soldados israelíes irrumpen en la casa y la toman (como en el cuento de Cortázar, Casa tomada). El padre de familia decide quedarse, así que los soldados ocupan la parte de arriba de la casa, al completo, y el resto de la casa, el piso bajo, puede ser utilizado por la familia excepto por la noche; durante la noche son recluidos bajo llave en el salón. Comienza la pesadilla, el miedo constante. Los hijos reaccionan de distintas formas, algunos sienten nacer el odio hacia los desconocidos, otros la rebeldía, los más pequeños, la incomprensión y sobre todo, el miedo que algunas veces se convierte en verdadero terror.
La necesidad de vivir en un mismo territorio, la necesidad de convivir, es como una metáfora, un microcosmos que refleja lo que sucede en el conflicto palestino – israelí. Lo que me llama la atención es que, antes que nada, lo que se puede ver en esta convivencia, es el desconocimiento. La hija mayor espía a los jóvenes soldados israelíes y descubre que son chicos normales, que les gusta la música, el fútbol, que tampoco saben muy bien que hacen ahí, pero obedecen. Odian por tradición, no por convicción. Además de no saber qué hacen ahí ni por qué, se enfrentan a la desconcertante actitud del padre de familia, de su firme decisión de no irse. Una escena clave de la película sucedió literalmente en la vida real: uno de los soldados le pregunta al padre (en la realidad, esto sucedió dos años después de la ocupación) “¿por qué sigues aquí?”. “Porque es mi casa” contesta el padre. Como se dice por aquí, se puede decir más alto, pero no más claro.
En la película, el protagonista tiene una hija a punto de ir a la universidad, dos hijos adolescentes, y dos pequeños. En la vida real, son cinco hijos y cuatro hijas. La cantidad poco importa, lo curioso es el ejercicio que se puede realizar pensando cuántas formas de ver el conflicto existen. ¿Cuál será la correcta?.
Con esa idea de los finales felices entré a ver la película, convencida, por lo que había leído, que la decisión del padre era la correcta y además, (soy a veces hasta inocente) que serviría de algo. Lo cierto es que la visión de Constanzo no es optimista. Ni pesimista, es simplemente realista. Pensé que la idea era demostrar que esa tolerancia era una solución para el conflicto. Pero me quedé sin respuestas. No estoy segura de nada, no estoy segura de que la tolerancia y la resistencia pacífica (en este caso, sacrificando a la familia, que tiene que vivir con el miedo de manera cotidiana.) sea una solución, pero definitivamente, tampoco creo que lo sea la violencia. Pero dar una opinión a este asunto, decir NO a la violencia sentada cómodamente en mi casa, con este paisaje, con esta seguridad y este confort, no sé si sea válido. Viviendo así, podemos decir a toda violencia que no. ¿Qué haríamos viviendo como Abu Saguer?
Una anécdota interesante es que Costanzo escogió a sus protagonistas entre la crema y nata. Esto es, estrellas conocidísimas accedieron a participar en su proyecto, cosa ya un poco difícil de por sí, dadas las circunstancias de un director joven, extranjero y desconocido. A esto se agregaba la verdadera convivencia en el set de grandes estrellas judías y palestinas. Esto además de inédito, era peligroso, por lo que decidieron rodar lejos del conflicto, en el sur de Italia, lo cual me pone a pensar en otras cosas: amamos tanto a una tierra que nos parece tan única e irrepetible que luchamos hasta la muerte por ella, y resulta que es fácilmente reproducible en cualquier parte del mundo.
Una casa en medio de la nada, en la zona fronteriza. Una familia. Soldados israelíes irrumpen en la casa y la toman (como en el cuento de Cortázar, Casa tomada). El padre de familia decide quedarse, así que los soldados ocupan la parte de arriba de la casa, al completo, y el resto de la casa, el piso bajo, puede ser utilizado por la familia excepto por la noche; durante la noche son recluidos bajo llave en el salón. Comienza la pesadilla, el miedo constante. Los hijos reaccionan de distintas formas, algunos sienten nacer el odio hacia los desconocidos, otros la rebeldía, los más pequeños, la incomprensión y sobre todo, el miedo que algunas veces se convierte en verdadero terror.
La necesidad de vivir en un mismo territorio, la necesidad de convivir, es como una metáfora, un microcosmos que refleja lo que sucede en el conflicto palestino – israelí. Lo que me llama la atención es que, antes que nada, lo que se puede ver en esta convivencia, es el desconocimiento. La hija mayor espía a los jóvenes soldados israelíes y descubre que son chicos normales, que les gusta la música, el fútbol, que tampoco saben muy bien que hacen ahí, pero obedecen. Odian por tradición, no por convicción. Además de no saber qué hacen ahí ni por qué, se enfrentan a la desconcertante actitud del padre de familia, de su firme decisión de no irse. Una escena clave de la película sucedió literalmente en la vida real: uno de los soldados le pregunta al padre (en la realidad, esto sucedió dos años después de la ocupación) “¿por qué sigues aquí?”. “Porque es mi casa” contesta el padre. Como se dice por aquí, se puede decir más alto, pero no más claro.
En la película, el protagonista tiene una hija a punto de ir a la universidad, dos hijos adolescentes, y dos pequeños. En la vida real, son cinco hijos y cuatro hijas. La cantidad poco importa, lo curioso es el ejercicio que se puede realizar pensando cuántas formas de ver el conflicto existen. ¿Cuál será la correcta?.
Con esa idea de los finales felices entré a ver la película, convencida, por lo que había leído, que la decisión del padre era la correcta y además, (soy a veces hasta inocente) que serviría de algo. Lo cierto es que la visión de Constanzo no es optimista. Ni pesimista, es simplemente realista. Pensé que la idea era demostrar que esa tolerancia era una solución para el conflicto. Pero me quedé sin respuestas. No estoy segura de nada, no estoy segura de que la tolerancia y la resistencia pacífica (en este caso, sacrificando a la familia, que tiene que vivir con el miedo de manera cotidiana.) sea una solución, pero definitivamente, tampoco creo que lo sea la violencia. Pero dar una opinión a este asunto, decir NO a la violencia sentada cómodamente en mi casa, con este paisaje, con esta seguridad y este confort, no sé si sea válido. Viviendo así, podemos decir a toda violencia que no. ¿Qué haríamos viviendo como Abu Saguer?
Una anécdota interesante es que Costanzo escogió a sus protagonistas entre la crema y nata. Esto es, estrellas conocidísimas accedieron a participar en su proyecto, cosa ya un poco difícil de por sí, dadas las circunstancias de un director joven, extranjero y desconocido. A esto se agregaba la verdadera convivencia en el set de grandes estrellas judías y palestinas. Esto además de inédito, era peligroso, por lo que decidieron rodar lejos del conflicto, en el sur de Italia, lo cual me pone a pensar en otras cosas: amamos tanto a una tierra que nos parece tan única e irrepetible que luchamos hasta la muerte por ella, y resulta que es fácilmente reproducible en cualquier parte del mundo.
FICHA TÉCNICA:
Título Original: Private
Dirección: Saverio Constanzo
Guión: Camila y Saverio Constanzo, Alessio Cremonini, Sayed Oashua
Fotografía: Luiggi Martinucci
Montaje: Francesca Calvelli
Intérpretación: Hend Ayoub, Mohammad Bakri, Lior Miller, Arin Omary, Tomer Russo.
Título Original: Private
Dirección: Saverio Constanzo
Guión: Camila y Saverio Constanzo, Alessio Cremonini, Sayed Oashua
Fotografía: Luiggi Martinucci
Montaje: Francesca Calvelli
Intérpretación: Hend Ayoub, Mohammad Bakri, Lior Miller, Arin Omary, Tomer Russo.
Italia, 2004
90 minutos
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