El síndrome de la lejanía
Hace algunos días que no escribo en este blog. Esto se debe, en parte, porque me dedico mucho más a la lectura, escribo las reseñas de lo que he leído, y estoy intentando escribir una novela. Además, cuando llega el buen tiempo hay que aprovecharlo, salir a caminar y llevarme un libro para leer al aire libre. El escenario de las lecturas no puede ser mejor: a pesar de que la temperatura sigue siendo ambigua, los campos de trigo se tiñen de un verde oscuro y las flores salvajes tapizan de amarillo estridente grandes espacios. El sol sale a veces, a veces no, pero ahora hay menos días nubados que luminosos. El uso del super telescopio ya puede ser un poco más frecuente, las estrellas se dejan ver con más frecuencia. Si no fuera porque pasamos más de la mitad del tiempo con temperatura invernal, diría que la primavera es la mejor estación en Navarra. Me cuesta menos levantarme a las siete de la mañana, y cuando dejo a los niños en la escuela no tengo prisa en volver a casa. Empieza a ser la época en que extraño mis mokas fríos del Mundo del Café. El sábado pasado fuimos al rastrillo, el mercado de antigüedades que se pone los primeros sábados del mes, y que el mes pasado no pudimos ver con tranquilidad porque hacía frío, llovía y las mesas estaban tapadas con plásticos. Imposible hojear los libros, mi principal interés (¿y para qué lo digo? Creo que nadie se imaginaba que iba a comprar tapetes de punto de cruz o espadas chinas).
Pero tampoco escribo porque me gusta comentar la actualidad, sólo que la actualidad no tiene grandes puntos de interés para mí en los últimos días. Lo que pasa en México, como el accidente de los full montys, el desafuero del peje o la muerte de Mariana Levy han desatado una gran polémica, pero encuentro que tengo poco qué decir al respecto, más bien nada. No se trata, como estarán pensando quizás, que ya no me importa lo que sucede en México. Quizá puede ser cierto en parte, quizá es que ESO que está pasando en México, no me mueve a ningún comentario. Porque sería decir lo de siempre: corrupción, injusticias, etc. Sucede que cuando uno está lejos, prefiere (no sé si uno lo prefiere voluntariamente, o simplemente pasa) pensar con nostalgia en las cosas buenas que se quedaron atrás, no en las malas, de las que en parte me siento salvada. La distancia protege. No es indiferencia, es cansancio, el mismo cansancio que sentía ya tiempo atrás por todas esas cosas que suceden en México y que revuelven el estómago. Será egoísta, pero no quiero revolverme el estómago con las mismas cosas de siempre. Prefiero sentirme triste por no estar en las bodas de mis amigas, fastidio por no tener un Starbuck´s a la mano, o de perdido un Mundo del Café, y ver con espanto que la ropa y los bolsos y los collarcitos jipis cuestan QUINCE EUROS, cuando en Coyoacán me costarían treinta pesos. Pensándolo bien, tal vez si es egoísmo.
En un blog que leí uno se burlaba de que cuando estamos lejos extrañamos la salsa picante que nunca comemos, la bolsa de sabritas, y todas esas chorradas que en realidad nos valen cuando estamos en México. Que nos emocionamos con el himno nacional y la bandera mexicana. Pues si y no. No me he emocionado nunca con el himno nacional, ni ahora ni antes, yo supongo que después tampoco lo haré. Los mariachis me dan ganas de llorar desde hace más de diez años, algunos sabrán por qué. No soy patriotera, no extraño a México, así como tampoco extraño a Juárez. Extraño MI México y MI Juárez. El Paseo de la Reforma con luna llena, la emoción al pasar junto al Ángel de la Independencia, las chelas cualquier día entre semana en el Hijo del Cuervo, los rincones de San Ángel, los martinis de Il Ricco, la terraza de la cafetería Moheli un domingo por la mañana con un café y El País Semanal, el pastel de manzana de La Garufa, los mojitos del Milán, los conciertos populares del Zócalo, las manifestaciones (en las que participé, no las que me partieron el camino a alguna parte), los tacos de La lechuza, los cines de la UNAM, Gandhi y El parnaso, las librerías de viejo de Donceles. La vida que vives, las personas que quieres, esa es la única “patria” que yo puedo extrañar. Jugar al Monopoly con mis primos, hacer largas colas para ir a El Paso con mi mamá, los campos del Teresiano, sus pasillos, el olor de la madera que todavía sueño casi todos los días, las vías del tren, el cielo rojo y morado de sus atardeceres. Las comidas en Villa del Mar, los graffittis del “segundo barrio”, las nieves de chorro del centro de El Paso, los adornos navideños de la Plaza de los Lagartos, pasar por el antiguo edificio donde estaba La Popular en el Centro, la comida china... ese es el Juárez que me importan, el que me interesa.
No se puede vivir sólo del pasado, eso está claro, cada vez que vuelvo a Juárez, y seguramente pasará cuando vuelva a México, habrá nuevas cosas, nuevos momentos, nuevos lugares que se acumularán en mis intereses por una o la otra ciudad. Además está Oaxaca, Acapulco, Guanajuato, Cuernavaca y también todas las ciudades que no conozco y me gustaría conocer, Yucatán, Zacatecas, Aguascalientes, las Barrancas del Cobre.
Pero tampoco escribo porque me gusta comentar la actualidad, sólo que la actualidad no tiene grandes puntos de interés para mí en los últimos días. Lo que pasa en México, como el accidente de los full montys, el desafuero del peje o la muerte de Mariana Levy han desatado una gran polémica, pero encuentro que tengo poco qué decir al respecto, más bien nada. No se trata, como estarán pensando quizás, que ya no me importa lo que sucede en México. Quizá puede ser cierto en parte, quizá es que ESO que está pasando en México, no me mueve a ningún comentario. Porque sería decir lo de siempre: corrupción, injusticias, etc. Sucede que cuando uno está lejos, prefiere (no sé si uno lo prefiere voluntariamente, o simplemente pasa) pensar con nostalgia en las cosas buenas que se quedaron atrás, no en las malas, de las que en parte me siento salvada. La distancia protege. No es indiferencia, es cansancio, el mismo cansancio que sentía ya tiempo atrás por todas esas cosas que suceden en México y que revuelven el estómago. Será egoísta, pero no quiero revolverme el estómago con las mismas cosas de siempre. Prefiero sentirme triste por no estar en las bodas de mis amigas, fastidio por no tener un Starbuck´s a la mano, o de perdido un Mundo del Café, y ver con espanto que la ropa y los bolsos y los collarcitos jipis cuestan QUINCE EUROS, cuando en Coyoacán me costarían treinta pesos. Pensándolo bien, tal vez si es egoísmo.
En un blog que leí uno se burlaba de que cuando estamos lejos extrañamos la salsa picante que nunca comemos, la bolsa de sabritas, y todas esas chorradas que en realidad nos valen cuando estamos en México. Que nos emocionamos con el himno nacional y la bandera mexicana. Pues si y no. No me he emocionado nunca con el himno nacional, ni ahora ni antes, yo supongo que después tampoco lo haré. Los mariachis me dan ganas de llorar desde hace más de diez años, algunos sabrán por qué. No soy patriotera, no extraño a México, así como tampoco extraño a Juárez. Extraño MI México y MI Juárez. El Paseo de la Reforma con luna llena, la emoción al pasar junto al Ángel de la Independencia, las chelas cualquier día entre semana en el Hijo del Cuervo, los rincones de San Ángel, los martinis de Il Ricco, la terraza de la cafetería Moheli un domingo por la mañana con un café y El País Semanal, el pastel de manzana de La Garufa, los mojitos del Milán, los conciertos populares del Zócalo, las manifestaciones (en las que participé, no las que me partieron el camino a alguna parte), los tacos de La lechuza, los cines de la UNAM, Gandhi y El parnaso, las librerías de viejo de Donceles. La vida que vives, las personas que quieres, esa es la única “patria” que yo puedo extrañar. Jugar al Monopoly con mis primos, hacer largas colas para ir a El Paso con mi mamá, los campos del Teresiano, sus pasillos, el olor de la madera que todavía sueño casi todos los días, las vías del tren, el cielo rojo y morado de sus atardeceres. Las comidas en Villa del Mar, los graffittis del “segundo barrio”, las nieves de chorro del centro de El Paso, los adornos navideños de la Plaza de los Lagartos, pasar por el antiguo edificio donde estaba La Popular en el Centro, la comida china... ese es el Juárez que me importan, el que me interesa.
No se puede vivir sólo del pasado, eso está claro, cada vez que vuelvo a Juárez, y seguramente pasará cuando vuelva a México, habrá nuevas cosas, nuevos momentos, nuevos lugares que se acumularán en mis intereses por una o la otra ciudad. Además está Oaxaca, Acapulco, Guanajuato, Cuernavaca y también todas las ciudades que no conozco y me gustaría conocer, Yucatán, Zacatecas, Aguascalientes, las Barrancas del Cobre.
Así que volver a escuchar a Bátiz justificándose, al Peje crucificándose, a Televisa pasando una y otra vez las escenas del infortunado accidente de las motocicletas...me deja sin opiniones. Ya bastante tengo con tener que escuchar a Rajoy, a Acebes o a Carod Rovira.... para políticos poco inteligentes, no tengo que irme tan lejos, con encender la televisión es suficiente. Para sucesos de nota roja, injusticias, tristezas y rabias, con los noticieros que veo todos los días tengo. Y tampoco me mueven a comentar sobre ellos, ya ni criticarlos vale la pena. Aunque algunas veces, las risas que pueden provocar son pequeñas perlas, por eso sigo viendo las noticias.
1 Comments:
Voy a decir lo que realmente quiero decir, que de entrada, son varias cosas. La primera (esa mania que herede de mi padre de poner todo en listas a veces me da risa) y la mas importante es que estoy muy sorprendido por la calidad de estos pequeños textos. No estoy de ninguna manera diciendo que no te sentia capaz de escribir, aunque supongo que tampoco estoy diciendo que te la concedia. Estoy siendo, como podras darte cuenta, muy honesto. Leer estas reflexiones me dan grandes esperanzas de que la novela que estas escribiendo pueda ser buena, o quizas, muy buena (espero que hayas desisitido escribirla sobre el serial killer por internet, porque creo ques es obvio que deberias escribir una de corte realista, preferentemente con tintes autobiograficos, but that's just me).
El segundo punto es que leer lo que has escrito me ha ayudado no solamente a conocerte mejor, sino a comprenderte mejor. He de admitir que se me sigue haciendo una putada irreconciliable el hecho de que no nos/me hayas dicho de lo de tu novio/esposo/amante (sigues sin decirme bien que pedo), aunque ahora entiendo por lo menos tus razones para hacerlo (aunque insisto, no las comparto). Pienso, para no ir mas lejos, que tienes una gran habilidad para plasmar en palabars tus memorias sensoriales. Estoy fascinado con la forma en la que describes a la Ciudad de Mexico y Juarez. Llevo ya tres años y medio fuera de Mexico, por lo que siento que hemos pasado por cosas similiares en cuanto al ejercicio de remembrar se refiere (las tuyas son obviamente mas complejas, puesto que eres mayor y has vivido mas).
En fin, quiero decir muchas cosas pero como que ya se me estan haciendo bolas las ideas en la cabeza. Resumiendo: me ha hecho muy feliz leer lo que has escrito. Espero poder verte pronto y platicar de arte y de libros y de tantas otras cosas que tenemos en comun (siendo la sensibilidad lo mas importante, lo cual es algo dificil de compartir con alguien). La ultima y nos vamos: hubo algo que no me quedo muy claro. En una hablas de dejar a los niños en la escuela. Explain. Saludos (y un abrazo).
Arturo Soto
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