De vicios y otras lecturas
Qué se le va a hacer, todos tenemos nuestros pequeños o grandes vicios. Esta semana, cruzar la Plaza del Castillo es todo un peligro para mí. El sábado logré salir airosa de la primera ronda de inspección que hice a la Feria del Libro. Solamente hice una lista de libros que me apetecía comprar y de los cuales no traigo ni uno solo en la bolsa de la compra de hoy. Pensé que lograría esperar, ya que el plato principal de la Feria del Libro lo tengo en Madrid, dentro de diez días. La feria de Madrid, tan famosa como la de Guadalajara o de Hannover me espera, por una coincidencia en las fechas, porque termina el 12 de junio, un día después del partido de la Copa del Rey que vamos a ir a ver. Pues hoy me di otra vuelta por ahí, a ver si me decidía a comprar alguno de los libros de mi lista, convencida de que compraría uno o ya como exceso dos.
Mi bolsa de la compra resultó muy feminista, o no sé si decir femenina, porque no me enteró bien de las diferencias entre una cosa u otra. Compré un libro sobre intrépidas viajeras y exploradoras, mujeres que desafiaron a la sociedad y a las costumbres de su época lanzándose a la aventura por lugares que aún ahora se antojan exóticos. También compré una novela no muy conocida de Charlotte Brönte, y una de las únicas dos de su hermana pequeña, Anne, de la cual no tenía conocimiento hasta hace muy poco tiempo y que parece que su novela más famosa fue Agnes Grey, que no he encontrado. Las tres hermanas Bronte que sobrevivieron a la tuberculosis se convirtieron en escritoras, y por lo poco que se lee en el prólogo, su biografía debe ser interesante. Finalmente compré Retrato de una dama, que si bien no fue escrita por una mujer, se podría incluir en la literatura “femenina”.
Mientras veía libros, un grupo de niños se acercaron a un stand, iban pidiendo, preguntando y comprando como si compraran dulces. Todos llevaban una o dos bolsas. Pensé que me hubiera gustado tener amigos con los cuales ir de compras de libros, pero lo cierto es que para mi, la lectura fue siempre un placer solitario. Pocas personas logran convertirlo en una pasión o por lo menos en un hobbie. Pero además, cuando yo tenía diez, once, doce años, era todavía más improbable encontrar a alguien que disfrutara tanto como yo, por lo que esa escena de los niños comprando me llamó tanto la atención. Tenía amigas, claro, pero con ellas no podía compartir mi vicio porla lectura; si hablaba de libros, me veían como la rara o la aburrida. Siempre he vivido una especie de dos vidas, una en la que me encuentro yo con mis libros y parecería que mientras leo no existe nadie más a mi alrededor y otra en la que soy un poco más “normal”.
Mi bolsa de la compra resultó muy feminista, o no sé si decir femenina, porque no me enteró bien de las diferencias entre una cosa u otra. Compré un libro sobre intrépidas viajeras y exploradoras, mujeres que desafiaron a la sociedad y a las costumbres de su época lanzándose a la aventura por lugares que aún ahora se antojan exóticos. También compré una novela no muy conocida de Charlotte Brönte, y una de las únicas dos de su hermana pequeña, Anne, de la cual no tenía conocimiento hasta hace muy poco tiempo y que parece que su novela más famosa fue Agnes Grey, que no he encontrado. Las tres hermanas Bronte que sobrevivieron a la tuberculosis se convirtieron en escritoras, y por lo poco que se lee en el prólogo, su biografía debe ser interesante. Finalmente compré Retrato de una dama, que si bien no fue escrita por una mujer, se podría incluir en la literatura “femenina”.
Mientras veía libros, un grupo de niños se acercaron a un stand, iban pidiendo, preguntando y comprando como si compraran dulces. Todos llevaban una o dos bolsas. Pensé que me hubiera gustado tener amigos con los cuales ir de compras de libros, pero lo cierto es que para mi, la lectura fue siempre un placer solitario. Pocas personas logran convertirlo en una pasión o por lo menos en un hobbie. Pero además, cuando yo tenía diez, once, doce años, era todavía más improbable encontrar a alguien que disfrutara tanto como yo, por lo que esa escena de los niños comprando me llamó tanto la atención. Tenía amigas, claro, pero con ellas no podía compartir mi vicio porla lectura; si hablaba de libros, me veían como la rara o la aburrida. Siempre he vivido una especie de dos vidas, una en la que me encuentro yo con mis libros y parecería que mientras leo no existe nadie más a mi alrededor y otra en la que soy un poco más “normal”.
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