22.6.05

La Biblioteca de Babel

En una biblioteca como la que describe Borges, ¿qué posibilidades tendrá un libro no ya de ser leído dos veces, sino por lo menos haber sido encontrado y leído por una sola vez?
Hace unas semanas, saqué mi "carné" (se preguntarán por que lo pongo entre comillas, todavía me entran algunas dudas, al escribir, si debo o quiero usar determinada palabra de uso frecuente aquí o prefiero la de uso frecuente en México, así que al no decidirme por "credencial" decidí ponerle las comillas que significan que eso mismo se dice de otra manera en otro lado, en pocas palabras, puse las comillas por simple manía) de bibliotecas, válido para todas las Bibliotecas de Navarra, por lo que me acerqué a la de Villava, la más cercana a mi casa y a la que puedo ir caminando hasta ella por el paseo del Arga. Es una biblioteca pequeña y como yo tengo una lista enorme de libros o autores por leer y ninguna prisa o excesiva curiosidad por ninguno en especial, decidí recorrer las estanterías poco a poco y tomar los primeros tres que me llamaran la atención y en la siguiente visita empezar el recorrido por el final, por lo que en esa primera visita cayeron en mis manos libros de Bernardo Atxaga, Eliseo Alberto y Alessandro Baricco, mientras que en esta segunda traje a Jorge Volpi, Juan Villoro y Enrique Vila -Matas. Aprovecho la ocasión para anunciar que estoy intentando hacer un "multiblog" para unir con este, que será el central, dos más, uno destinado exclusivamente a reseñas de libros y el otro a reseña de películas. Decir reseñas me parece excesivamente pretencioso, por lo que cambiaré la palabra y diré que serán para hacer comentarios y poner citas de los libros que voy leyendo.
Volviendo al tema de la biblioteca, recordé que si algo me gustaba de sacar libros de ellas, era la tarjetita blanca (en la Ibero creo que eran amarillas) donde se pone la fecha de devolución del libro, ya que eso me dice cuántas veces se ha leído y en qué fechas, puedo imaginarme quién pudo haber leído ese libro antes que yo, que impresión tuvo y al final hasta conseguía hacer alguna tertulia literaria (imaginaria, se entiende) con todos los lectores de ese libro, para ver a quién le había gustado, a quién no, o si determinado párrafo que no entendí pudiera esclarecerse con los comentarios de los otros lectores. Toda una multitud en torno a un sólo libro. Eso a veces. Porque por ejemplo, el libro de Vila -Matas que tengo ahora en casa sólo fue leído una vez anteriormente, en el 2004. Me preguntó quién y por qué ha tenido tan poco éxito ese libro en la biblioteca de Villava, lo cual no quiere decir que en otras bibliotecas no haya sido leído con más frecuencia o que sea un libro que la gente prefiere comprar, quizá es uno de los más vendidos de Vila -Matas, lo cual también puede ser, ya que la primera edición es de octubre del 2003 y la segunda es de noviembre del mismo año.
Eso me llevó a pensar en los libros de las bibliotecas personales y en el bookcrossing. Por ejemplo, muchos de los libros de mi biblioteca no han sido leídos, otros tantos se quedaron a la mitad y otros sólo han sido leídos una sola vez. Hay muy pocos que hayan sido leídos varias veces: La insoportable levedad del ser, El nombre de la rosa, El péndulo de Foucault, El amante, los cuentos de Borges, los de Cortázar y los de Bioy.... se notan de un vistazo, sus tapas desgastadas, sin la rígidez de los nuevos libros. Todavía más pocos son aquéllos que han tenido la suerte de cada vez que viajo, sean escogidos para formar parte de ese viaje, para unir la literatura y las ciudades en un sólo acto. Me pregunto si no será egoísta ser como soy, de esas que no sabemos si nos gusta más comprar y coleccionar los libros que leerlos. Muchos de mis libros no serán leídos, o quizá no serán leídos más que una sola vez. Pensar en ello no quiere decir que cambie en este sentido, creo que seguirá siendo mi sueño tener una gran biblioteca, aunque tal vez ahora tome conciencia de que será una biblioteca prácticamente "inútil".
Por eso me gusta lo del bookcrossing, me parece romántico y divertido. Creo que para dejar un libro abandonado en un banco del parque, en un asiento del autobús, en una mesa de un restaurante, no puede ser cualquier libro. No vale con poner el libro que no nos gustó, y si lo hacemos, creo que sería bastante decente hacerle saber a sus próximos y desconocidos lectores que no nos gustó. Yo todavía no dejo circular ningún libro, pero quiero escogerlo bien, quiero que sea un libro significativo y además de advertir al lector que este es un libro para leer y volver a dejar en libertad, para dar la oportunidad a otro más que lo lea, también quiero decirle que estaré pensando en él o ella, en ese lector, en si el libro significará lo mismo para él que para mí, si le gustarán las mismas frases que a mí o si lo considerará el peor libro que lee en su vida, y que también imaginaré en donde decidió dejar libre a ese libro, si escogió el lugar por algo en especial, o si me imitó o lo dejó en un lugar totalmente diferente a donde yo lo dejé, y que pensará ese nuevo lector y si el primer lector al que yo le dejé el libro pensará en el siguiente y así....
Y que quede claro que no por escribir esto les doy carta abierta para que vayan a abrir mis cajas de libros y se lleven. Pueden abrirla, leer el libro, y volverlo a dejar en su respectiva caja, que es para mi egoísta e inútil biblioteca personal.

12.6.05

Para todo lo demás, está Mastercard

Entradas para la final de la Copa del Rey, 70 euros.
Billete de tren Pamplona-Madrid, 50 euros
Bufanda conmemorativa con las banderas de los dos equipos finalistas, 9 euros.
Vivir los momentos previos al partido con el equipo contrario, no tiene precio.
Viernes 10 de junio. Plaza de Santa Ana, Madrid. 11 de la noche.
Comienza la toma de Madrid. Los bares empiezan a mostrar los colores verde y blanco, mientras que los madrileños aparecen como meros espectadores, los sevilanos ("no es lo mismo ser sevillano que ser sevillista") son desde esta noche los protagonistas absolutos. Salen de todos los bares, de todos los antros, de todas las calles. Emergen de todas las partes, bailan, cantan, corean y obligan a los madrileños a replegarse. Hoy empieza lo que será su fin de semana, empieza la cuenta atrás. Están por todas partes, y no se esconden, sino que se muestran orgullosos de su equipo.
Sábado 11 de junio. Madrid. 6 de la tarde.
La avalancha verde y blanca continúa, se hace más compacta y mucho más exaltada. Han pasado 19 horas y se han multiplicado por cien, por mil, cada vez hay más. Parece que nosotros, apenas unos veinte, nos hemos equivocado de camino. No aparecen rojillos más que muy de vez en cuando, rodeados de los béticos que nos abrazan, nos desean suerte, nos dan ánimos, nos apoyan casi tanto como a su propio equipo. En el tercer bar, Carlos se me pierde. Pero no, no está perdido, es que ha cambiado la camiseta por una verdiblanca, por lo que es más díficil de encontrar, todos van igual que él. Se toman fotos y se intercambian los correos electrónicos. Nos invitan a su ciudad, invitación que yo alegremente estoy dispuesta a convertir en proyecto. El corazón que va a Triana, nunca volverá.
Duelo de Vírgenes y Santos, en esta esquina San Fermín, San Francisco Xavier y San Saturnino, en el otro nuestras señoras de Triana y la esperanza de la Macarena. Fervor apasionado, casi religioso, porque el fútbol es a veces como la religión, sólo que más apasionado.
A mi hermano no le gusta el fúbol, no entiende como puede tener interés 11 locos tras un balón. Yo creo que sí lo tiene, el buen fútbol tiene que tener una mezcla perfecta de imaginación, agilidad, rapidez y fuerza. El fútbol, como bien dicen Menotti y Valdano, es un espectáculo. Pero hoy el espectáculo está en la calle, está en la parte irracional, emotiva del fútbol. Está del lado de la afición. Yo tampoco entiendo a veces como desata tantas pasiones, pero me dejo llevar plácidamente por ellas. Los hermosos ojos de los andaluces, su gracioso acento, son la guinda del pastel. En el cuarto bar, ya casi somos del Betis, o por lo menos ya se nos olvidó que estamos ahí para apoyar a los rojillos.
Momento cartablanca: las caras de los jugadores béticos cuando llegan al estadio, al ver a su afición. Da vértigo. A mi me emociona más ver a Serra Ferrer en persona que ver a Bustamante cantando dentro del estadio. Está claro que preferimos quedarnos afuera hasta el último minuto, porque como he dicho, el espectáculo está en la calle.
Y ahí se quedó. No entró con nosotros al estadio, ni la pasión, ni esa mezcla de agilidad, imaginación, rapidez y fuerza. Vinieron todos al estadio, menos el anfitrión, el fútbol. Al final del primer tiempo, se me ocurrió decir: esto se decide por un gol de chiripa, o nos vamos a penales. Ya me lo había dicho Erasmo, calladita me veo más bonita (o como leí en una novela "perdí mi oportunidad de quedarme callada"). Porque fue tal y como lo pronostiqué, el gol de chiripa llegó (los dos goles de los béticos fueron lo que yo llamo "goles tontos", sin jugada, casi sin querer, sin darse cuenta ni los atacantes ni los defensas, sin fútbol) y se llevó la copa para ellos. Pero los aficionados de Osasuna también tuvieron un papel, un papel importante. Aprendí lo que es saber perder. Saber perder es esto, es seguir apoyando a tu equipo hasta el final, consolar a los jugadores sin esperar el consuelo de su parte, es demostrarles que a pesar del fracaso estamos ahí por ellos, es aplaudirles con respeto por el esfuerzo y la ilusion que duró 115 minutos, aproximadamente. Saber perder es aplaudir con el mismo respeto al ganador, mantenerte en tu lugar y vivir su emoción y su triunfo con ellos. Es refrendar la amistad que se dio a lo largo de los bares camino al Vicente Calderón.
También aprendí lo que es saber ganar. Ya fuera del campo, la actitud de los béticos no cambió. No hubo arrogancia, ni se vanagloriaron. Nos ofrecieron su brazo para llorar, aceptaron humildemente nuestra enhorabuena, siguieron los intercambios de camisetas, pulseras, bufandas, abrazos, canciones y copas.
Musho Betis, quillos.

1.6.05

Para Juliette

Hoy recibí una postal de un país lejano. Aunque a decir verdad, en últimas fechas todos los países me parecen lejanos. Es una pequeña isla rodeada de un mar de cristal, transparente, un lugar a donde dos personas que se quieren fueron a confirmar su proyecto de vida juntos. Todos tenemos un lugar especial, un rito, una forma de demostrar nuestro compromiso, ya sea a un amor, a una ilusión, a un sueño, a una forma de vida o a nosotros mismos. Recordamos el momento, el instante preciso y el lugar donde ratificamos esos compromisos, porque claro, solemos escoger con cuidado el lugar o la forma, aunque a veces nos cae de sorpresa y a partir de ese momento, lo que es una situación fortuita nos parece que fue el destino lo que nos llevó hasta ahí. Podemos ir a un lugar lejano o realizarlo en la intimidad más cercana, podemos hacerlo en la más estricta soledad o frente a un gran público, modemos llevar algo exterior que nos identifique o llevarlo dentro de nuestro corazón; podemos hacerlo como, cuando, donde y con quien queramos: el compromiso es lo que realmente importa, y después, la forma en que decidimos comprometernos.
La isla, Bora Bora (creo) es un hermoso lugar de arena blanca y un mar lleno de paz, donde parece que el tiempo no pasa o pasa con la suficiente lentitud como para saborearlo, un lugar donde, según dice la postal, puedes ver debajo de tus pies los peces de colores que nadan, donde el arcoiris surge de la montaña y la luna parece mayor y más luminosa. Quizá soy poco romántica, o quizá lo contrario, pero lo que realmente me emocionó al recibir la postal con pequeños fragmentos de paraiso, no fueron las imágenes, sino lo que venía detrás: una letra conocida, una mano feliz que me recuerda y me permite compartir ese pedazo de felicidad que envía desde el otro lado del mundo.
Anoche, al despertar como cada noche (siempre despierto tres o cuatro veces), la luna era un cuarto menguante inmenso, casi tanto como en las noches de luna llena, ocupaba todo el horizonte e iluminaba con una luz amarilla muy intensa, todo alrededor. Podía ver con claridad los campos de trigo, los tejados de las casas, el campanario de la iglesia, las ventanas cerradas. Creo que todos tenemos un pequeño trozo de paraíso, si tenemos el ánimo y los ojos para descubrirlo.
Gracias Julieta. Sé feliz, porque aunque suene un poco egoísta, eso contribuye a mi propia felicidad.
P.D. Te equivocas, no faltan ustedes en la postal. La imagen de la esquina inferior derecha, los pies en una hamaca, me ayudan a imaginar perfectamente que si recorro la vista más arriba, están ustedes dos ahí.