31.7.06

Cerrado por vacaciones

Esta vez, la Maga cambia sus puentes favoritos por una ventana con vistas al mar, y la lluvia parisina por la brisa que viene del Atlántico y la acerca un poco más a su tierra. Se siente raro saber que ahí, donde acaba ese mar que estás mirando, está la tierra prometida, están las Indias, (o quizá la isla de Manhattan, no me queda claro, soy malísima en geografía).
El caso es que si buscan a La Maga, no anden perdidos por las callejuelas, no entren a los cafés; no estará en el Pont des Arts mirando al Sena. Estará en un pequeño pueblo de pescadores llamado Aguiño, en el territorio mágico de Galicia.

27.7.06

The wonder years

Por fin parece que voy a lograr realizar el proyecto de poner música a mis recuerdos. Tenía tiempo buscando en internet una lista de música de los ochentas, por año, que tuviera los grandes éxitos. Parece fácil, pero aunque no lo crean, me he tardado bastanten en conseguirla. Casi estaba a punto de hacerla por mí misma, pero finalmente encontré una página donde vienen 100 éxitos de cada año. Prácticamente viene todo lo que necesito. Ahora me he dado a la tarea de escuchar, gracias a Amazon.com, fragmentos de las canciones, porque sólo grabaré las que me gustan o me recuerdan cosas. En el año 1980 la mayoría de las canciones me son desconocidas, pero la lista del 85, 86 y 87 tendré que grabarla casi al completo. En emule, (y en las tiendas) existen recopilaciones de éxitos de los ochentas, pero quería que fuera algo muy personal, que cada canción me dijera algo, me llevara a algún momento o lugar o persona específico. Estoy por terminar 1980. Claro, esto es básicamente pop en inglés, luego buscaré las canciones de los ochenta en español: Mecano, Timbiriche, Flans, Soda Stereo, etc. etc. y después iré con las canciones de los noventas. Tengo mucha tarea. Y por cierto, hablando de aquellos maravillosos años, también me grabé la música de la serie The wonder years, (que es música de los sesenta) y la de la película Grease, que es probablemente la película que más veces he visto en mi vida. Así como mi papá ha visto Pretty Woman y Juan Omar, Snatch, entre otras (mi hermano se obsesiona con una película y la ve 500 veces. Y hablo literalmente. 500. ¿Si no, cómo conseguimos aprendernos, él y yo, las frases de "El mil amores", una de nuestras favoritas Pedro Infante?, pues dando rewind en el VHS). Sigo con mi tarea de poner música al recuerdo.

22.7.06

Vocaciones

Hace unos días pensaba en las relaciones entre vocación y profesión. Lo que hacemos para ganarnos la vida no siempre suele ser lo que hubiéramos querido hacer. El grado de satisfacción en este terreno tiene que ver, según creo, con lo mucho o poco que nos acercamos, en nuestro trabajo diario, a nuestra vocación, nuestro llamado, nuestra necesidad. Mientras mas cercanos estemos, mejor nos desempeñamos, mejor trabajamos y más satisfechos nos sentimos. Recuerdo en México a dos vendedores de periódicos, uno en la confluencia de Filadelfia, Nebraska y Texas, en la Nápoles y otro en semáforo del eje 7 con Cerro del Agua, que parecían ser muy felices con su trabajo. Siempre entregaban el periódico con una sonrisa, con un comentario sobre las últimas noticias, con una satisfacción de levantarse a las tres de la mañana para ir a recoger los periódicos a la calle Bucarest, o donde fuera necesario. Me gustaba verlos trabajar. En general, ser kioskero parece que es una labor que suele gustar a quién la realiza. En cambio, no conozco a una sola persona que saque copias que ponga buena cara. He sacado copias en muchas, muchas papelerías, y en ninguna me he encontrado con alguien que se sienta satisfecho y contento de sacar copias.
Ser taxista ya tiene más complicación. Muchos taxistas de los que he conocido, están contentos con su trabajo, a pesar de los riesgos que suele tener. Algunos incluso se entusiasman con serlo, pero curiosamente, muchos taxistas llegaron a serlo porque las circunstancias de su vida los llevaron ahí, no precisamente por una decisión basada en una vocación. Muchos taxistas que conozco estudiaron ingenierías, arquitecturas, o son en su tiempo libre músicos, pero ninguno dijo de pequeño "quiero ser taxista".
En la televisión escuché que los habitantes de las islas Fiji o de alguna otra isla perdida en el Pacífico eran los más felices, mientras que habitantes de grandes ciudades como Nueva York o Londres, tenían los valores más bajos en el "ranking de felicidad". Creo que esto se debe a que los habitantes de esas preciosas islas no necesitan mucho más de lo que tienen, y su esfuerzo para conseguirlo es menor. No quiero decir que no trabajen, pero ser pescador en una isla del Pacífico debe ser pesado, pero tendrá su puntillo de placer, creo yo. Observar las aguas cristalinas como cambian de color conforme va amaneciendo debe superar el sueño y el desgano de una mañana de trabajo. Cubren al mismo tiempo el trabajo y el placer, de una tajada. En cambio, los habitantes de las grandes ciudades van necesitando cada vez más cosas para ser felices, y además de que aumenta el tiempo y esfuerzo del trabajo para conseguirlas, no siempre te gustará lo que tienes que hacer para tener el cierto nivel de vida que crees que te satisfacerá. Esto aumenta el grado de frustración. Por un lado, vivirás con todas las comodidades o supuestas comodidades que dan la tecnología y el progreso; por otro no tendrás ni un respiro para poder conseguirlas y quizá aparcaras otros sueños en pos de la televisión de plasma y él ático con vistas (¿qué vistas? ¿las de los otros edificios iluminados, o la del único pedazo de cielo que se puede ver?). Todo esto, dicho con la canción Born Slippy como fondo. Y aquél monólogo memorable de Ewan Mc Gregor, en la película Trainspotting. No me extraña que los habitantes de alguna isla perdida sean más felices que nosotros, no me extraña. incluso, que en Cuba todavía bailen y sonrían a pesar de la cartilla de racionamiento y del omnipotente Fidel.
Volviendo al tema de la profesión. Más o menos a mitad de la carrera me di cuenta de lo que quería ser (más bien hacer), o de lo que más se adecuaba a mi perfil. Para esto, tengo que decirlo, fue de mucha ayuda mi profesor, Pancho Rodríguez, que se dedicaba a buscar indecisos para engrosar filas de su departamento, y se encontró con una incauta, yo, que le siguiera la corriente. Así que contra todos los pronósticos, que me ubicaban en la especialización de Cine, me largué con mi morral a Periodismo. Qué feliz fui durante esos años de universidad. A mi alrededor, asesinatos políticos, guerras cada vez más cercanas gracias a la televisión, que las transmitía en vivo y en directo, guerrillas indígenas. La época de gloria del Sucomandante Marcos. Momentos intensos que se analizaban de mano de grandes periodistas: Carlos Marín, Raymundo Rivapalacios. Quería ser periodista. Pero luego, cuando tuve que ir a aburridas y largas sesiones del Congreso o de la Asamblea del Distrito Federal, cuando tenía que bucear (no teníamos todavía internet como ahora, aunque ya me llegaban las notas de prensa de las agencias) en los periódicos para conseguir una información que mi jefe, Oscar Mario Beteta en vivo del otro lado de la calle en Privada de Horacio (sede de Radio Fórmula), cuando tuve que conocer a los típicos reporteros chacaleros y alcohólicos, cuando conocí los bajos fondos donde hay que moverse para sacar la nota, los trucos y las mañas, me decepcioné demasiado rápidamente. Y no di una segunda oportunidad, en parte porque mis circunstancias personales no me lo permitían, en parte porque al dejar aquellos trabajos en los medios el camino se fue desviando hacía otros lugares y no pude encontrar la forma de regresar, el caso es que estoy aquí, diez años después, sin ser periodista, pero con la añoranza de querer serlo. Y luego, el otro día, estaba de compras y en la radio escuchaba un reportaje en el que decían que las profesiones más respetadas y con mayor valoración entre la gente, eran las de los servicios sanitarios, Médicos, enfermeras, etc. ¿y la menos valorada? el periodismo. Así que yo lamentandome por no ser (por no hacer) algo que los demás al final, ni siquiera valoran.
Pero luego me preguntó Carlos si eso importaba. Eso, lo de que los demás valoren o no tu trabajo. Pero eso es otra historia.

21.7.06

Un nuevo morral para la Maga

Los que han leído mi otro blog, sabrán a que me refiero con el morral de la Maga, ese legendario morral que compré en Coyoacán, o en el Bazar del Sábado, y que me acompañó durante mis años universitarios, llenándose de libros, sobre todo, pero también de películas, cafés y recuerdos. Como sabrán, ser el morral de la Maga no es ser cualquier bolsa o bolso que me ponga para combinar con el vestido que llevo, no, el morral tiene personalidad y forma parte de todo el conjunto de lo que es La Maga, no de su ropa. Por eso es "el morral". La primera característica que debe tener, es que sea suficientemente amplio como para que le quepan uno o varios libros, y lo suficientemente cómodo como para que no me canse mucho cargarlos. Luego, tiene que poder colgarse sobre los hombros, o sea que sus agarraderas deben ser amplias. Y por último debe ser de un estilo muy definido, esto es: el estilo de la Maga. Mis primos Ruiz y Rivera, y los Soto Gutiérrez, por ejemplo, saben muy bien a qué me refiero. Cuando van a alguna tienda y ven cualquier zapato, prenda de vestir o complemento dicen "es yadira!". O sea que si hubieran visto este nuevo morral en una tienda, y pensaban hacerme algún regalo, no hubieran dudado en lo más mínimo de comprar precisamente este. Así que este es el nuevo morral. Dentro de unos días me tomaré una foto con él, para que lo conozcan. Por ahora lleva dentro "Cosecha Roja" de Dashiell Hammett, seguramente incluiré "Zalacaín el aventurero" de Pío Baroja. Como caben varios, hay que aprovechar. Así que pronto les presentaré mi nuevo morral.

19.7.06

Y después del verano

Leyendo de nuevo las historias de mis veranos infantiles, ahora los veo divertidos y entretenidos, pero la verdad es que siempre que me pedían, al regreso a clases, que escribiera una historia sobre mis vacaciones, por lo general las inventaba. Deformación literaria, supongo.

Calor

Cuando hace el calor que hizo ayer por estas tierras, no comparable con el de Juárez, pero tampoco despreciable, me da por recordar mi infancia.

Es curioso como a través de los años cambia la percepción de todo. Cuando era niña, el verano era el paraiso, ahora sólo pensar un verano en Juárez me parece el infierno. Cuando era niña, los veranos eran largos, muy largos, y estaban llenos de cosas divertidas. Ahora los veranos son más cortos de lo que quisiera, porque aunque hace muchísimo calor, lo cierto es que espero la llegada del estío durante casi demasiado tiempo.

El mes de junio lo recuerdo como un mes en que al ir al colegio, el sol ya entraba de lleno por la ventana de la sala de mi casa. Por las tardes, me salía al jardín a hacer la tarea, e iba viendo como la sombra se alargaba conforme pasaba el tiempo. Los árboles frutales de mi mamá maduraban, y nuestras cosechas eran divertidas y abundantes, con excepción del manzano, que daba poco. Poco antes de las vacaciones, en plenos exámenes finales, era el día de San Juan. Aquí encienden fogatas, allá hacíamos guerras de globos de agua.
Durante el verano, mis primas Verónica y Cristina me visitaban, a veces se quedaban parte del verano en casa. Salíamos a patinar, hacíamos karaoke antes de que existiera, grabando nuestras canciones en un casette y bailabamos las canciones de Parchís o de Timbiriche, o de Juguemos a Cantar.
Luego estaba el Martlub, el club. Ahí había karts y patinaje, y una gran alberca donde me gustaba estar sobre todo sola, por las mañanas, antes de que llegaran todos los demás niños. Uno de mis maestros de natación, Marcos, años después protagonizaría, con su familia, una de las tragedias más tristes (que no esté incluido el narco) que conozco. Nunca aprendí a nadar bien, o por lo menos nunca se me quitó del todo el miedo, aunque en esa época llegué a tirarme del trampolín más alto más de una vez. Además, hacía unos largos cuando la alberca (piscina, pa los de acá) estaba vacía. Tenía un traje de baño rojo, de coca- cola. Pero lo mejor era cuando mi primo Rodrigo venía a pasar el verano conmigo. Podíamos estar jugando en el agua hasta que cerraban, cuando ya las luces de la alberca estaban encendidas. Aunque tampoco estaba mal cuando era yo la que iba a ver a mi primo, Disneylandia es siempre una gran tentación. Recuerdo que la primera media hora nos medíamos con la mirada, cohibidos, como si no nos conocieramos, a partir de la siguiente media hora, ya estábamos riendo y jugando como siempre, como si no hubiera pasado un año, dos, o a veces hasta tres sin vernos. Mi primo Rodrigo. Algún día hablaré más de él.
Luego estaban las macrofiestas de cumpleaños de mi hermano, que cumple el 14 de julio. Ibamos a Border Tobacco, una tiendo donde vendían todo tipo de cosas para fiestas, gorros, serpentinas, servilletas, adornos, platos, vasos y barriles de dulces, para comprar por kilo. Pasabamos tardes enteras haciendo las bolsitas de dulces. Las fiestas eran en el jardín y eran temáticas, según los intereses del momento de Juan Omar: A-Team, Dukes of Hazard, Las tortugas ninja o He-Man.
Agosto también era divertido, era el mes de las compras. Cuadernos nuevos, ropa nueva, uniforme nuevo, zapatos y calcetas nuevas, todo para volver a clase. Todavía sigo comprando en agosto los cuadernos Composition, de pasta dura, blanco y negro. Todavía sigo comprando cuadernos, en general, tengo colección de cuadernos, los más bonitos no los uso, los guardo tal cual. Mis primos, los hijos de mi tía Estela, me daban un poco de envidia porque les compraban ropa para ir a la escuela, yo tenía que ir de uniforme, y la ropa que me compraban era para usar cuando salía del colegio, y siempre me parecía mucho menos cantidad que la que les compraban a ellos.
Pero tengo también recuerdos de otros veranos, más atrás, de cuando vivíamos en la Saltillo y salía con bicicleta a jugar con Mario, mi vecino, y mi mamá me daba por las tardes helados y frutas frescas, melón, sandía, no sé porque razón me acuerdo mucho de esa fruta y de los helados. Y las paletas Kiki, que vendían los papás de mi amiga Marcela, o los helados Trevi.
Ahora apenas empezamos a planear qué haremos en el verano, cuando nos damos cuenta de que ya se ha acabado.

10.7.06

Decepción

Sucedió exactamente al contrario de lo que esperaba. Y no sólo yo, sino miles, quizá millones de personas. El fútbol es lo que es por su capacidad de ilusionar, de hacer soñar, de emocionar y de divertir. Todo eso, aparte del gran negocio, del show, del espéctaculo.

Espérabamos una noche mágica, un 98, una noche que París fuera el centro del mundo y Zizou, un nuevo dios que sumar a Maradona, Pelé, y todos esos grandes que escribieron la historia del fútbol. Y se fue, si, pero de la manera más decepcionante y triste que un jugador de su talla, y de su personalidad puede irse. Zidane, el fuerte, el líder, el que pone la personalidad, la inteligencia, la serenidad, el que fuera de las canchas no se dedica a frivolidades, el Bono del fútbol. Una leyenda construida durante años y que se derrumba en el último minuto, un minuto vergonzoso. He visto a muchos jugadores, pelear, escupirse en la cara, meterse entradas que sacan de circulación al contrario, (no solo en el partido, sino para siempre), porque el fútbol desata pasiones, para empezar, entre los propios jugadores, y los desborda. Pero quizá el hecho de esperar tanto de los últimos minutos de Zidane en la cancha hicieron que la escena fuera todavía más humillante, más decepcionante, más triste.
En fin. Zidane se fue de la peor manera. El Mundial, otra vez, terminó, y esta vez con grandes decepciones: No vimos a Messi ser el nuevo Maradona (aunque él todavía tiene mundiales por delante para conseguirlo. No vimos a Ronaldiño brillar como brilla en la Champion´s y en la liga. No vimos a España y México ir un poco más allá de lo de siempre. No vimos a Zidane irse como lo que siempre fue, una leyenda, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, un gran hombre.

8.7.06

Del otro lado de la barrera

En sanfermines, hay dos tipos de gente: la que se divierte, y la que trabaja para que los demás se divierten. En mis quintos sanfermines, me tocó estar del lado de los que trabajan, por lo que está vez, los toros me tocan desde el mismísimo centro de la plaza, así que ahora si entiendo que no es lo mismo ver los toros desde la barrera.
Nunca con más ganas cantaré "Pobre de mí" el próximo 14 de julio. Pero también me doy cuenta que a pesar del cansancio, mi despertar no se parece a nada al que tienen los que si se divierten; alguna ventaja tendría que tener.
Carlos dice que el próximo año sí tendremos fiesta. Pero yo pienso que los sanfermines pueden esperar un año más. Sólo me consuela imaginarme, el próximo siete de julio, tirada sobre una toalla tomando el sol en alguna playa, muy lejos de la Plaza del Castillo y de lo viejo.

5.7.06

El color del verano

A petición de mi lector más fiel, retomo este verano la escritura, ya que tengo más tiempo.

El verano se nota en estas tierras navarras más por el color que por la temperatura. Aunque los navarros se quejan del calor que hace, lo cierto es que pocos días subimos a más de 35 los termómetros, y las tormentas de verano alivian el sofoco (aunque algunas veces lo acentúan) y fomentan las picaduras de mosquitos. Los campos dejan ese color verde oscuro de la primavera para pintar todas las gamas del amarillo: la pálida cebada está a punto de cosecha justo con la entrada del verano, a finales de junio y el trigo madura mientras los girasoles florecen. Los balcones y los escaparates, como cada año, comienzan a colorearse del blanco y el rojo, a tan solo pocas horas del inicio de la Fiesta. En los pueblos, réplicas menores de la gran fiesta la anteceden; las terrazas se llenan, y el horario de verano de la mayoría de las oficinas permite pasar el tiempo de tiendas, aprovechando las rebajas. Este año, la tómbola de Cáritas (otro elemento típico pamplonica del verano) no me ha regalado nada ("sorteo de un mobiliario de cocina" "sorteo de un viaje a la India" "sorteo de una motocicleta" "reunase varios boletos para escoger regalo" y " una botella de vino", que ni siquiera he recogido, es todo lo conseguido. Cada año tengo peor suerte.
Para los que no lo saben, resulta que estoy trabajando en un asador de un pueblo cercano, en Belzunce. A veces las escenas son surrealistas: una noche de lluvia, el paisaje navarro, los grillos y el silencio del campo...cruzas la puerta del asador y te reciben...Los tigres del Norte. Mi jefe, Javi, es un fanático de los corridos, o por lo menos dice que los aldeanos suelen serlo y que por eso los pone. Creo que a mi madre no le va a gustar nada ese asador... Por ahora, conseguí cambiar los corridos, por Belanova y Julieta Venegas, si lo que querían era escuchar música mexicana. Pero que nadie dude que una madrugada se escuche por ahí Jose Alfredo. Y no lo puse yo.
Agosto será en Galicia, y si tengo suerte al volver, aunque lo más probable es que el trabajo me lo impida, se cumplirán los otros ritos veraniegos: domingos de playa y sábados de mercados medievales.
En cuanto a la televisión, el Mundial se acaba, en el Tour de Francia, aparte del escándalo, poco interés se encuentra, y Fernando Alonso ya aburre ganando todos los premios. Mis series favoritas terminan temporada en agosto (House, Mujeres Desesperadas, Perdidos), así que tampoco será un gran consuelo ver televisión.
Canciones del verano: OPÁ, yo viazé un corral, de Koala, y Limón y Sal, de Julieta, se pelean por conseguir el primer puesto; siguen escuchandose Guapa de la Oreja de Van Gogh y Zapatillas, del Canto del Loco.
En el cine, Cars, y espero con emoción a Jack Sparrow. El capitán Alatriste llegará hasta septiembre, así que me conformo con los Piratas del Caribe, que algunos de ustedes ya pudieron ver, o no, según sus gustos.
Lecturas: terminaré la trilogía vasca "Verdes Valles, colinas rojas"; algo de Bioy, algo de Dashiel Hammett y tengo varios libros por ahí sin leer pero me parece que no son lecturas de verano (Hombre Lento de Coeetzee y las Intermitencias de la Muerte, de Saramago, entre otros). Creo que lo más adecuado será retomar a Cortázar, creo que el mundo cronopial es muy propenso a ser lectura de verano.
Así pinta el verano en las tierras del Reyno. Se aceptan sugerencias.